martes, 1 de febrero de 2011

Últimos 40 minutos de 40 años

"Frutas del árbol prohibido,
sólo eso me verás comer.
Sangre del venado herido,
sólo eso me verás beber.
Porque no existo,
No me podrás conocer.
Otro atardecer se ha ido,
sólo eso deberás saber (...).
Busca ayuda pero esta vez
el augurio se desnuda mal".
(UN CUERVO VUELA DORMIDO- BABASÓNICOS)
Mateo tiene los ojos azules y el cabello rubio. Bordea los cuarenta años y jamás apaga su ordenador portátil. Ni siquiera para bañarse, dormir o hacer el amor. Mejor dicho, ni siquiera cuando le hacen el amor. Sólo come una vez cada día, y ni aún así consigue enamorarse de su propio esbelto reflejo en el espejo retrovisor de su camioneta plateada.
Nació en Londres, un cálido pero gris 07 de Julio de aquel año que prefiere no recordar. Su familia vino de Rusia, huyendo del frío y la peste. Y ese mismo frío, y ya no la peste, lo hacen ahora huir a diversos países cálidos. En busca del sol, del amor o de un chico latino que le aplique bien el bronceador. El año pasado estuvo en México. Ahora vive en Trujillo del Perú por algunos meses. Casi seis. Yo lo conocí en una fiesta local muy popular, donde todos se visten de blanco sin saber por qué. Y donde hay una enorme sartén artesanal con claveles. Él me vio, se acercó y unos minutos más tarde estábamos en su mesa deleitándonos con una espirituosa bebida. El resto fue pan comido y migas sobre la ropa. Conversación animada. Risitas forzadas. Batido de pestañas y quedó listo el camino para la gloria. Pero no. Yo no estaba de ánimo para un quickie de verano. Al menos no en ese instante. Cuando has tenido demasiado licor en tu garganta ya no te provoca sentir fluidos más espesos. Así que intercambiamos números y quedamos de salir pronto. Yo me resistí a esa idea. Love/lust at first sight is not for me y de noche todos los gatos son pardos. Y de repente esos ojos azules y esa sonrisa fresca lucirían débiles o insípidos a plena luz del día.
De cualquier modo salimos un par de días después, a media tarde. Tomamos dos smoothies y de allí me invitó a su depa. En el trayecto nos detuvimos y compramos un vino argentino bueno, bonito y barato. También nos animamos a llevar queso francés de cabra y galletitas Ritz clásicas. Hablamos y hablamos, reímos y reímos por horas, hasta que una pareja vecina tocó la puerta, interrumpió nuestra escena y nos costó un poco despacharlos. Es sabido que los ingleses no suelen ser tan descorteses como yo, peruano nativo, podría ser.
El hecho es que seguimos en lo nuestro. Se acercó suavemente y dijo: May I kiss you? Y yo puse cara de confusión y respondí: Don’t delay the things that you want right now. Nos besamos suavecito. Él quiso ir más lejos pero no pude, en ese momento recordé a mi ex y sus caricias. Podría jurar que vi los ojos de mi ex desde el armario pero Mateo no estaba dispuesto a detenerse, estaba embriagado o poseído por la lujuria y el arrebato. Intentó desnudarme y como no me dejo opción alcance a sentir su naturaleza rubicunda apoderarse de mi ser. Mientras duró, no más de 40 minutos, me sentí como un estropajo o un muñeco de arcilla. Débil. Inerme. Sucio. Inútil. Luego retomé la conciencia y vi el cielo azul hospedando al sol resplandeciente y puro como nunca podré ser, pensé. En la cama y luego del fragor de la batalla cuerpo-a-cuerpo, yacía incólume el cuerpo de un hombre desnudo y muerto, el mío, al costado de otro hombre enredado en las sábanas que quizá moriría pronto, a manos de su último amante latino…

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